Vino mítico de la región de Burdeos, en el suroeste de Francia. El Château Margaux acaba de inaugurar, con motivo de sus 200 años de vida, una nueva bodega diseñada por el arquitecto británico Norman Foster.
Este conocido castillo con columnas exteriores no había sufrido ninguna reforma de este calibre desde 1815, cuenta Corinne Mentzelopoulos, de 62 años, quien lo dirige desde la muerte, en 1980, de su padre quien lo había adquirido en 1977. Dice que su padre no se había «atrevido» a realizar un cambio de esa envergadura y tan visible.
«El dominio nunca había sido agrandado. Lo único que agregó fue una bodega subterránea, que se acabó de construir en 1982», recuerda la heredera.
Resultaba difícil hacer cambios en una institución de tanto renombre, en una marca que en 1784 el futuro presidente estadounidense Thomas Jefferson (1743-1826) calificaba de «mejor botella de bordeaux».
Ubicada cerca de otros vinos célebres (Latour, Lafite Rothschild, Mouton Rothschild), la finca cuenta con un castillo del siglo XIX, diseñado por el arquitecto Louis Combes (1754-1818).
En torno al castillo, designada «monumento histórico» en 1946 y considerado como el «Versailles del Medoc», se dispusieron las construcciones necesarias para la producción de vino, bodegas, cubas, toneles, etc.
Actualmente, Mentzelopoulos considera necesario adaptarse a recientes innovaciones en materia de vinificación para producir las 300.000 botellas anuales de la finca, principalmente de vino tinto, incluyendo 130.000 de «premier grand cru».
«Necesitábamos más cubas con diferente capacidad, en función de las parcelas, para experimentar, comparar», explica Corinne Mentzelopoulos, quien pasa varios meses al año en la propiedad de 262 hectáreas, de las cuales 100 se dedican al vino.
Así, se construyó esta nueva bodega, procurando integrarla con armonía en el resto de las construcciones. Su techo tiene las mismas tejas color naranja y se apoya en 12 «árboles» estilizados de acero blanco. El conjunto hace pensar en otras construcciones agrícolas comparables de la región.
«La nueva construcción no procura competir con el castillo, que sigue siendo el personaje principal de Margaux», recalca el arquitecto Norman Foster.
«El contrapunto entre lo antiguo y lo moderno se releve sólo cuando uno mira con más detenimiento», explica el arquitecto británico. ganador del premio Pritzker en 1999.
Por otra parte, la bodega, que tiene decenas de cubas de acero inoxidable y un laboratorio de investigación, «se podrá modificar» cuando se lo considere necesario, en función de las innovaciones tecnológicas, sin tener que modificar la construcción.
«Nos da la impresión que esta bodega siempre estuvo allí, cuando en el interior tiene lo máximo de la tecnicidad», afirma la propietaria de la finca.
La arquitectura no es más que «un homenaje al vino», agrega Corinne Mentzelopoulos.
«Lo extraordinario es nuestra tradición, nuestro oficio: el vino existe aquí desde hace 500 años, somos apenas un eslabón de la cadena», comenta.
Fuente AFP Internacional
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