El que no esté acostumbrado al mundo del vino, tiene la creencia de que el vino blanco debe ser joven. O sea, de la vendimia anterior al año en el que nos encontramos, como mucho dos años.
El vino blanco se ha identificado casi siempre como fresco. Por ese motivo se cree mayoritariamente por muchos que los vinos blancos son solo vinos jóvenes. Y eso es un error.
Cuando a algún vino blanco se le quiere dar algo de crianza se recurre el método conocido como ‘sobre lías’. De modo más o menos entendible por todos, de esta forma el vino descansa determinados meses sobre las propias levaduras que se le echaron en el momento de su elaboración y que muertas descansan en el fondo. Estas le dan cierta crianza a los vinos blancos. También hay vinos blancos que han pasado por barricas (no muchos la verdad). Incluso hay vinos blancos que emplean otros recipientes (como ánforas) para tener algo de crianza.
Las modas son muchas. Pero desde siempre, hay vinos blancos que no se les puede considerar como jóvenes. Los hay en todo el mundo y quedan lejos de lo que entendemos como un vino fresco o joven.
Los Riesling secos son un claro ejemplo de vinos blancos que no se les puede denominar como jóvenes. Da igual el país de elaboración. Aunque son secos, poseen ciertos toques azucarados que los hacen ideales para tomar solos o maridando diferentes comidas. Son vinos que incluso maridan mejor que algunos blancos con, por ejemplo, comidas fuertemente especiadas como las asiáticas.
Los Chardonnay. Los hay jóvenes, pero si habéis tenido la oportunidad de probar alguno de la Borgoña que haya tenido paso por crianza, comprenderéis como el Chardonnay alcanza muchas veces la plenitud con el paso de los años. Los blancos californianos similares, son una copia de los franceses y les pasa lo mismo. Con el tiempo mejoran.
Los Semillon. No muy conocidos en España, pero que, en países como Australia, alcanzan gran plenitud cuando pasan los años por ellos. La evolución de aromas y sabores es estupenda y son vinos completamente diferentes a los Semillon jóvenes.
Los Sauvignon Blancs. Lo habitual es tomarlos jóvenes. Pero si se elaboran para crianza, encontramos auténticas obras de arte. Por ejemplo, nosotros hemos catado un vino del 2006 de esta varietal en el 2011 y podemos decir que es uno de los mejores vinos blancos que hemos probado.
Ciertos vino blancos del valle del Loira, algún Chenin Blanc o incluso últimamente Albariños, Godellos y verdejos, están sacando excelentes vinos de segundo y hasta tercer año, con fermentación en barricas o paso por lías. Todos ellos se alejan de los vinos jóvenes y frescos clásicos.
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