Hace más de 2000 años, griegos y romanos extendieron el uso de las ánforas en el Empordà como recipiente para fermentar la uva y elaborar el vino. Esta milenaria técnica de producción vinícola ha vuelto a las tierras ampurdanesas de la mano de varias bodegas de la DO Empordà que han recuperado este recipiente de barro para ofrecer vinos que destacan por su mineralidad, frescura y un elevado grado de pureza de los aromas primarios de la variedad empleada.
Desde hace unos años, las botas de vinos de La Vinyeta, Gelamà, Viñedos de Olivardots y Gerisena comparten espacio en sus bodegas con ánforas de barro que se usan tanto para la fermentación de la uva como para la crianza y envejecimiento del vino. Estos cuatro bodegas de la DO Empordà ya han empezado a comercializar vinos creados con esta histórica técnica, aunque hoy por hoy se elaboran pequeñas producciones que exploran su potencialidad. Las bodegas usan ánforas de 150 a 800 litros de capacidad, elaboradas con barro de una purositat concreta que propicia un correcto envejecimiento de los vinos.
Los bodegueros destacan la mineralidad de los vinos de ánfora debido al contacto directo del vino con el barro. «Son vinos que te hacen respirar la tierra», descata Carmen Casacuberta, de la bodega Viñedos de Olivardorts. «Esta mineralidad extra le proporciona el recipiente de barro, que comté un mineral llamado poco, que le confiere ese sabor de terrossitat», añade Roger Ríos, de la bodega Gelamà. «Los blancos nos han sorprendido por el volumen porque son unos vinos grasos y untuosos. En el caso del negras, son carnosos y sedosos», destaca José Serra, de la bodega La Vinyeta. Los tres bodegueros coinciden en señalar que los vinos de ánfora son «ligeros, muy frescos y un punto afrutados», muy en la línea de la demanda actual del mercado. Otra de las características de estos vinos es el elevado grado de pureza de los sabores primarios de la varita utilizada gracias a la neutralidad del recipiente.
Los vinos que hasta el momento se han criado en ánfora son blancos, negros y un vino dulce. En el caso de Viñas de Olivardots, comercializa desde hace cuatro años el vino blanco Amarillo de ánfora, que tiene una maceración pelicular seguida de fermentación y crianza en ánforas de barro durante 4 meses. La bodega Gelamà produce el vino blanco ‘Seducción’ y ahora prepara un espumoso Blanco de Noir vinificado con garnacha negro que saldrá a la venta próximamente. Y, en el caso de La Vinyeta, comercializa vinos blancos y tintos dentro de su serie Microvins, elaborados con uvas de viñas viejas y variedades autóctonas para conseguir vinos singulares muchos marcados por el territorio. Finalmente, la Bodega de Gerisena elabora un vino dulce de Sansón sobremadurado me ánforas de terracota. «Gracias a la porosidad, el doble que el de una barricas normal, y el efecto estabilizador de la acidez del vino por parte de la tierra cocida, buscamos obtener un vino dulce donde el perfil de fruta madura se vea potenciado al mismo tiempo que gana complejidad en boca «, explica la enóloga de la Bodega Gerisena, Natalia Duran.
Con la colaboración de estas bodegas y de la DO Empordà, la Ciudadela de Roses o el yacimiento de Empúries han organizado periódicamente catas de vinos de ánfora elaborados en tierras ampurdanesas.
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