Fabada asturiana y tinto Rioja Reserva es la segunda vez que lo maridamos pero con otro vino completamente diferente al anterior. Si la primera vez maridamos con un Viña Ardanza de 1999, en esta ocasión hemos decidido maridarlo con un Viña Pomal Reserva 2002 Selección Centenario. Y decimos que el maridaje es diferente al anterior por el tipo de crianza de este vino ya que, aunque es también un reserva con presencia mayoritaria de la Tempranillo, el período de crianza en barrica es sustancialmente diferente, dando como resultado un vino diferente para maridar.
Hemos empleado 1 kilo de fabas asturianas, traídas de Asturias, nada de comprar por ahí. Las dejamos en remojo la noche antes y cuando hemos ido a por ellas abultaban el doble, algo que las caracteriza mucho.
Vamos a ver los ingredientes que hemos empleado y entre los cuales faltan los que la harían una verdadera fabada:
Lo primero es poner en remojo las alubias la noche antes. Si la panceta es curada y, presumiblemente salada, la dejaremos también a desalar la noche antes.
Cogemos la cebolla y la pelamos y la echamos tal cual en la olla. Colocamos los chorizos y las morcillas. Echamos las fabas escurridas y cubrimos de agua. Ponemos a fuego vivo hasta que rompa a hervir, momento en el cual bajaremos el fuego a muy poca potencia y ya está lo complicado, a dejar cocerlas, ya que el truco está en que se hagan a fuego lento.
Cuando veamos que las fabas están hechas, no demasiado blandas, sacamos unas cuantas con parte del caldo que hay en la pota y se meten en un vaso de turbi ya que las vamos a triturar.
Un vino polivarietal elaborado con 85% Tempranillo, 15% Mazuelo y Graciano testimonial.
12 meses en barrica y posteriormente 24 en botella antes de ser puesto a la venta, nos da un vino diferente para maridar con la fabada del que nos dio la primera vez el otro reserva que maridamos.
Un vino que nos deja un color cereza picota algo apagado, y es que el paso del tiempo se nota, de capa baja y con ribetes en copa de color teja.
Es un vino que no se impone a la fabada sino que la potencia. Así como en el primer maridaje el vino estaba a la altura de la fabada y se imponía en algún momento al plato, algo de agradecer, en este caso el vino va un paso por debajo del plato y lo potencia constantemente, pasando a ser el plato el protagonista.
En boca es un vino de entrada suave, sutil y elegante, con un paso por boca que deja un cuerpo medio, con una acidez contenida, algo de fruta pero sobre todo en paso y en retronasal, vuelven a aparecer toques especiados de la crianza. Taninos no muy elegantes.
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