Porque mientras que mucha gente indica que el tipo de copa afecta al vino, lo correcto sería decir que lo que realmente se ven afectadas o modificadas son las sensaciones que ese vino nos produce en el momento de una cata.
Ya comentamos el otro día al hablar de las copas de champagne, que la típica flauta de este tipo de vino espumoso puede perjudicar y mucho a la percepción de aromas del vino o incluso a poder observar su efervescencia.
George Riedel, miembro de la décima generación de propietarios de la empresa Riedel que lleva haciendo copas para vino desde 1958, dice que un mismo vino servido en diferentes copas sabe diferente. Algo sabrá si ha diseñado copas para más de 300 tipos de vino.
Pero insistimos que el vino es el mismo, lo que hace es que nos genera diferentes sensaciones al tomarlo, ya sean en nariz o boca principalmente.
Cada copa Riedel se diseña pensando en tres puntos: tamaño, forma y boca.
¿Por qué?
Pues porque el tamaño controla la cantidad de aire que entra en contacto con el vino; la forma determina el flujo del líquido hacia la boca, y el diámetro de la boca influye en la rapidez con la que el vino fluye y cómo llega al paladar.
Riedel dice que incluso el paladar de un bebedor promedio puede apreciar las diferencias de sabor, sinla necesidad de llegar a tener que ser un especialista en catas.
Científicos del Instituto de Biomateriales y Bioingeniería de la Universidad Médica y Dental de Tokio, Japón, hicieron estudios sobre la subjetividad del sabor, según podemos ver en la web CNNExpansion.com
Por medio de un dispositivo llamado cámara olfativa, el profesor Kohji Mitsubayashi y su equipo mapearon la distribución del etanol que se evapora en copas de diferentes formas.
Conforme el vino se calienta, las moléculas suben. El color rojo que detectó la cámara olfativa muestra grandes concentraciones de etanol evaporándose en diferentes copas con vino a 13 grados Celsius.
En una parte del estudio se analizaron tres copas de vino: una copa de vino estándar, un vaso recto y una copa para martini. Aunque se sirvió la misma cantidad de vino en las tres copas y se examinaron a 13 grados Celsius, las imágenes revelaron que en el borde de la copa de vino se creaba un patrón de vapor en forma de aro.
Mitsubayashi explica que esta forma de aro permite que los bebedores aprecien el vino sin que interfiera el olor del etanol, que se parece al del vodka.
La cámara olfativa captura esa interferencia y muestra concentraciones más altas de vapor de etanol en las otras dos copas.
«La forma de la copa de vino tiene un diseño sumamente sofisticado y funcional para paladear y disfrutar el aroma del vino», se concluye en el informe.
En definitiva, que la copa si que influye en como percibimos un vino, eso sí, lo que no convierte son los malos vinos en vinos buenos.
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